Gafas mal graduadas: señales que lo indican y posibles complicaciones
Llevar las gafas mal graduadas es mucho más común de lo que pensamos. Por pereza o despiste, son muchas las personas que no acuden al óptico o al oftalmólogo con la frecuencia recomendada (debería ser al menos una vez al año), lo que provoca que esas gafas que les proporcionaban una buena visión hace un tiempo, hayan perdido, progresivamente gran parte de su eficacia.
Índice
¿Cuáles son los signos de unas gafas mal graduadas?
Existen una serie de síntomas que indican que debemos pasar por la óptica urgentemente y cambiarnos de gafas o, cuanto menos, de cristales:
- La visión no es nítida. Probablemente es el síntoma más importante. Si no somos capaces de distinguir con claridad los objetos de cerca o de lejos es que tenemos que hacernos una revisión oftalmológica. En ocasiones, la mala visión solo se produce en determinadas circunstancias, por ejemplo de noche o en condiciones de escasa iluminación. Pero no por ello debemos dejar de actualizarlas.
- No se ve bien por alguno de los ojos. En ocasiones, los problemas de visión se concentran en solamente uno de los dos ojos, bien sea porque es el único que tiene las dioptrías alteradas o porque, de alguna forma, el ojo con mejor visión está compensando a su compañero.
- Fatiga visual. Si no vemos bien con la actuales gafas, tendemos a forzar la vista, lo que nos puede acarrear diversos problemas: lagrimeo, enrojecimiento de los ojos y hasta dolor de cabeza.
¿Qué relación existe entre las lentes mal graduadas en niños y el fracaso escolar?
Muchos estudios asocian directamente las gafas mal graduadas con el fracaso escolar en un porcentaje significativo de niños y niñas. Es lógico. Ver perfectamente es fundamental para poder seguir las indicaciones del profesor en la pizarra o poder leer y escribir sin tener que realizar un esfuerzo adicional que lleve al cansancio excesivo y, por lo tanto, a no poder mantener la atención ni la concentración el tiempo suficiente.
Los expertos cifran en aproximadamente un 30% el fracaso escolar relacionado directamente con problemas de visión no diagnosticados o mal corregidos. Esto es fácil de entender porque, especialmente durante los primeros 12 años de vida, aproximadamente el 80% del desarrollo educativo tiene lugar a través de la vista. Por otro lado, entre el 5 y el 10% de los niños de preescolar y el 25% de los escolares usa gafas, pero se calcula que el porcentaje debería ser mayor. La explicación de este desajuste es que muchos niños y niñas no son conscientes de sus problemas de visión o no han sido diagnosticados correctamente.
Además, los niños en edad escolar son las personas que más fácil y rápidamente pueden llevar sus gafas mal graduadas, ya que su graduación cambia cada pocos meses por encontrarse en pleno desarrollo. Y casi siempre precisan de más dioptrías en sus cristales.
Durante muchos años, las gafas graduadas fueron la única solución posible para corregir los problemas refractivos (miopía, hipermetropía y astigmatismo). Aunque muchas personas consiguen una visión aceptable con ellas, lo cierto es que las gafas presentan muchos inconvenientes: a muchas personas no les quedan bien estéticamente, son engorrosas, molestas y poco prácticas. Además, se empañan, se ensucian, se rayan y se rompen con facilidad. Por no hablar de los deportes, ya que complican mucho la práctica de muchos de ellos e incluso impiden otros, como los de contacto o los acuáticos.
Por suerte, con la aparición de las lentillas, y, luego de la cirugía refractiva, las gafas han dejado de ser la única opción. Existen otras alternativas para poder ver bien desde todas las distancias y en cualquier circunstancia.
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