Este problema aparece aproximadamente en el 1% de la población y supone 1 de cada 1.000 consultas. Además, son más comunes las obstrucciones venosas que las arteriales, especialmente aquellas que afectan a las ramas de la red venosa.
La oclusión es más frecuente en pacientes que presentan los llamados factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, hipercolesterolemia, obesidad, tabaquismo y diabetes) y en pacientes con glaucoma
Las manifestaciones clínicas o síntomas dependen de la vena o arteria del ojo en la que se haya producido la obstrucción y/o la isquemia y serán más importantes cuanto más gruesa sea la vena o arteria obstruida o isquémica (la central es la más grave) y si afectan a la mácula.
Si la vena o arteria ocluida afecta a la mácula el pronóstico más habitual es que se puede producir pérdida de la visión por edema (encharcamiento) macular.
Dependiendo de los vasos sanguíneos a los que afecte la oclusión podemos hablar de:
El oftalmólogo, al revisar el fondo de ojo, verá la presencia de edema de la retina y/o hemorragias, más extensas cuanto mayor sea el vaso ocluido.
Para su estudio se realizará una angiografía fluoresceínica con el objetivo de conocer el estado de la circulación de la retina y se empleará la OCT (Tomografía de Coherencia Óptica) como método de cuantificación de la cantidad de edema de la retina.
En los casos muy leves por afectación de una vena o arteria muy periférica o en los casos de obstrucción de una rama en los que el paciente tiene buena visión solo se realizará un control periódico del caso.
Pero, en la mayoría de los casos de oclusión de rama y en casi todos los casos de la oclusión central (OVCR o OACR), la visión está disminuida por tener como causa de la trombosis un edema de la mácula y se deberá tratar al paciente.
El tratamiento de la oclusión venosa de la retina consiste en la inyección en el globo ocular de un medicamento antiangiogénico o de un esteroide para controlar el edema de la retina. La frecuencia y el número de inyecciones dependerá de la evolución del caso. Siempre se deberá hacer un control estricto con la OCT para valorar la respuesta al tratamiento. En ocasiones, se complementa con tratamientos como la realización de láser en las zonas alteradas de la retina (fotocoagulación).
Cuando se produzca un desprendimiento de retina asociado, será necesaria la cirugía para su tratamiento.
Por último, en algunas ocasiones, y dependiendo de los factores que hayan provocado la oclusión, el oftalmólogo puede decidir prescribir fármacos que mejoran la circulación y que disminuyen la coagulación de la sangre.
Además, se deben tratar siempre las enfermedades sistémicas asociadas cuando las haya.
Las consecuencias de una oclusión venosa o arterial de la retina pueden ser:
Como la aparición de la oclusión suele ir asociada a factores que afectan a la circulación sanguínea, se recomienda mantener hábitos que mejoren esta situación vascular, como:
En líneas generales las obstrucciones venosas son más frecuentes que las arteriales, especialmente aquellas que afectan a las ramas de la red venosa (ORV).
En los últimos años han surgido una serie de tratamientos, como los medicamentos antiangiogénicos, que han supuesto un gran avance y que permiten estabilizar y minimizar las consecuencias de las oclusiones y de otras patologías oculares en la mayor parte de los pacientes.
El factor de riesgo más importante relacionado con las oclusiones es la arterioloesclerosis, una enfermedad vascular que afecta a las arterias pequeñas y arteriolas, como las que se encuentran en la retina. Esta arterioloesclerosis provoca un aumento de la rigidez de las arterias que ejercen más presión sobre las venas en las zonas en las que se cruzan, precipitándose así la aparición de trombos.
Este problema vascular se puede ver agravado por:
Además de la arterioloesclerosis, existen otros factores de riesgo relacionados con las oclusiones venosas o arteriales de la retina:
Las complicaciones de las oclusiones van desde la acumulación de líquido en la mácula (edema macular) hasta la formación de neovasos, una serie de vasos sanguíneos que aparecen para nutrir a aquella parte de la retina que se queda sin aporte de oxígeno tras la oclusión. Estos neovasos, al no tener las características anatómicas adecuadas, pueden provocar un aumento de la presión intraocular, sangrado e, incluso, desprendimiento de retina.
Todas estas complicaciones pueden llegar a afectar seriamente a la agudeza visual del paciente.
La aparición de oclusiones venosas o arteriales de la retina suele estar relacionada con una mala circulación sanguínea y todos los factores que la provocan. Por esta razón, para prevenir la aparición de este problema visual y evitar complicaciones, es esencial mantener unos hábitos de vida saludables que ayuden a mejorar el funcionamiento del sistema circulatorio: